Experiencia escolar Kim



El siguiente escrito, tiene como objeto abordar los aspectos principales de mi experiencia en las instituciones escolares a las que asistí desde la niñez hasta la adolescencia, con el fin de reflexionar en torno a las vivencias que me permitieron construir, de manera tanto individual como colectiva, parte de mi identidad, cultura escolar y aprendizaje.

Desde mi ingreso a kínder hasta 4° medio estuve en tres colegios, todos ubicados dentro de la misma comuna, pero muy distintos entre sí en cuanto a misión, visión y valores en la práctica. Y que finalmente se traducen en tres etapas dentro de mi fase escolar completa, las cuales identificaré y a las que me referiré en la extensión de mi relato de la siguiente manera: Etapa 1 (Colegio Municipal) kínder a 4° básico, Etapa 2 (Colegio Particular Subvencionado) 5° a 8° básico y Etapa 3 (Particular Subvencionado) 1° a 4° medio.

De las etapas 1 y 3, no tengo nada para destacar que me gustase, ya que, aunque existiera algo mínimamente agradable, nada podría borrar o equiparar las cosas que me disgustaban. Dentro de lo que no me gustaba, me resulta triste mencionar, que no creían en sus alumnos, era usual ser tratados despectivamente, haciendo énfasis en todas las jerarquías posibles, expresando siempre nuestra inferioridad y límites, así que vivíamos constantemente bajo la amenaza de castigos por no coincidir con cualquier aspecto que ellos quisieran propagar o condenar, adoctrinando desde el juicio moral católico y opus dei. Todo el tiempo se apeló al sentimiento cristiano, pero a la vez naturalizando la violencia, incitando a la competencia, la traición, rivalidades, conflictos, desconfianza, baja autoestima y culpabilidad. Lo que por supuesto, dificultó el aprendizaje y la interacción o el desarrollo de empatía durante las primeras etapas de niñez y los últimos fundamentales en la adolescencia. Entonces, si nos referimos al afecto como algo que recordamos o asociamos a ciertas experiencias pasadas, que son las que a veces prevalecen, recurrir a esta etapa revive muchas emociones negativas.

Por esta razón, el nivel educativo que más recuerdo, por impacto, cariño y aprendizaje, es definitivamente la etapa 2, correspondiente a los cursos de 5° a 8° básico, un colegio particular subvencionado, laico, que, si bien no contaba con las instalaciones necesarias para sus estudiantes, si se encontraba en constante trabajo para lograr los espacios requeridos, y actualmente los ha conseguido. Este, además poseía un potencial humanitario admirable de parte de los directivos y profesores, siempre se trabajaba en conjunto con los estudiantes y apoderados, se percibía la preocupación, el interés por los individuos, la armonía para la comunidad y se instaba al diálogo. Lo anterior, claramente influyó en como los estudiantes recibíamos los conocimientos, los llevábamos a la práctica y construíamos aprendizaje en conjunto, ya que los valores transmitidos y experimentados se veían reflejados en los lazos forjados entre todos los compañeros, dentro y fuera del aula. El trabajo cooperativo se daba muy fácilmente, y era bastante grato, no existían grandes conflictos, ni competencia entre los participantes.

Todo ello, junto a la característica de ser una institución que tenía reglas claras, pero también libertades que otros colegios no me otorgaron, fortalecía un proceso de autorregulación que establecía una forma de trabajo que se ajustaba a los estudiantes, pues cuando alguien presentaba complicaciones en una asignatura o ejercicio, siempre se trabaja en red para complementarnos con habilidades, con objeto de equilibrar y fortalecer el aprendizaje.

Las experiencias recopiladas en la totalidad de etapas, si bien contienen sucesos que impactaron tanto de manera positiva como negativa, constituyen parte importante en mi formación como persona, estudiante y futura docente. A través de la reflexión continua y la visión de diferentes planteamientos y diversidad de referentes en cuanto al qué hacer y cómo hacer pedagogía, pude observar qué es lo que se vive desde diferentes realidades y enfoques, y descifrar lo que me gustaba, desagradaba y qué realmente funciona. Finalmente, este ejercicio me lleva a decidir de qué lado quiero estar, ¿a favor de un sistema económico mercantil, en pos de lo inmediato que termina por relegar valores, amparando la desigualdad, que fomenta el individualismo, deja a un lado la empatía y paulatinamente aniquila el verdadero sentir de comunidad? Pues no, me resulta real, consciente y justo, trabajar desde la construcción colectiva, el empoderamiento equitativo de sus participantes y la lucha constante ante prácticas que terminan por deshumanizar. 

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