Experiencia de lectura y escritura (Kim)

Aprendí a través del silabario, los ejercicios en el colegio y los libros que mi mamá me leía por las noches, que contenían cuentos, fabulas y poesías. Y fue precisamente esa costumbre la que, además de ayudarme a leer y escribir en poco tiempo, también originó el gusto por hacer ambas por placer, pero también como método de recreación, catarsis y reflexión, asimismo impulsó mi interés en el lenguaje, la literatura, la comunicación y hacer pedagogía.
Mi primera lectura obligatoria oficialmente evaluada en el colegio fue “El dragón color frambuesa” de Georg Bydlinski, lo recuerdo muy bien porque la emoción de leerlo se vivió de principio a fin, por largo tiempo, incluso hasta a hoy cuando lo menciono y por ello cuenta como una de las experiencias que me marcaron.

A medida que avanzaba en los cursos, ya había añadido más libros a mi vida y también extendido mis gustos a otro tipo de lecturas con diversas temáticas, como canciones, filosofía, historia, ciencia eventos de carácter paranormal y poesía. Esto captó la atención de un profesor, quien comenzó a recomendarme textos complementarios y a informarme respecto a carreras universitarias que podrían abarcar mis gustos.
Luego en los cursos de educación media, en el ramo de lenguaje, se me enseñó a leer y escribir apropiadamente. Si bien en otros cursos se ejercitó en torno a eso, realmente se profundizó desde primero a cuarto medio, ya que allí debí descomponer los párrafos, interpretar, relacionar y analizar cada tomo, discutirlo. En esta etapa conocí obras que aún considero mis favoritas y autores clásicos, y esta nueva forma de leer me sirvió mucho para otras cosas no sólo en la época escolar, sino que también para mi vida personal. Aquí también incursioné muchísimo en las cartas y les di un sentido muy especial a la manera de leer y expresar.
Cuando reflexiono acerca de cómo me convertí en lectora, concluyo en que el tiempo y los procedimientos son más extensos de lo que parecen, sin embargo, mi experiencia fue grata desde un principio porque mantenía una cercanía con los textos desde pequeña, impulsada por diversos actos en casa y luego en el colegio. Creo que el hecho de ser parte del proceso también me llevó a tomar la lectura como algo entretenido y no impuesto, a diferencia de como se presenta a otras personas al comienzo de su desarrollo por diversas razones, sobre todo en la fase escolar.
Por lo anterior, creo que para enseñar la lectura resulta necesario introducir al otro en sucesos que le permitan explorar previamente a través de diferentes formatos y ejercicios, vivir la experiencia como grata y natural, no impuesta y obligada, acompañar, pero permitir que se adueñe de esta práctica para generar aprendizaje y luego un hábito.
Al escribir sobre mi experiencia, puedo notar que los recuerdos se relacionan con los afectos, por lo tanto, si desde la infancia principalmente se lograran gestar instancias que hagan ver la lectura como algo atrayente, amable o satisfactorio, los resultados serían diferentes. Pienso que el problema radica en la poca o prácticamente nula participación que tienen los niños y estudiantes en la elección de sus textos y esa noción de ser obligado, forzoso y aburrido, pues tampoco se les estimula respecto a una comprensión y análisis completo de los ejemplares. Concluyo en que este proceso requiere de dinámica y constante interacción con sus participantes, su historia y contexto.
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